Un 23 de junio del año 2001, el sur del Perú vivió una de las tragedias naturales más impactantes de su historia reciente. Ese sábado por la tarde, a las 15:33 horas, un terremoto de magnitud 8.4 en la escala de Richter estremeció violentamente las regiones de Arequipa, Moquegua y Tacna, con epicentro en las costas cercanas a la ciudad de Ocoña.
Fue un movimiento telúrico que duró cerca de un minuto, pero sus consecuencias marcaron para siempre a miles de peruanos.
Vidas perdidas y destrucción generalizada
Según los informes oficiales, el terremoto dejó un saldo de 240 personas fallecidas. De ellas, 26 murieron como consecuencia directa del tsunami que se generó tras el sismo, y 70 personas desaparecieron en las costas, especialmente en la provincia de Camaná, arrasada por las olas.
El desastre afectó a más de 320 mil personas. Cerca de 17,500 viviendas quedaron completamente destruidas, mientras que más de 35 mil resultaron dañadas de manera considerable. Infraestructuras educativas, hospitales, carreteras y templos históricos también colapsaron, paralizando la vida cotidiana y dejando a miles sin hogar.
Arequipa, patrimonio herido
Arequipa fue una de las ciudades más golpeadas. Su centro histórico, Patrimonio Cultural de la Humanidad, sufrió graves daños. El convento de Santa Catalina, la iglesia de la Compañía y la catedral fueron algunos de los íconos que necesitaron años de restauración.
Un país que se levantó en medio del dolor
Este evento es recordado como el sismo más fuerte desde el devastador terremoto de 1970 en Áncash. Sin embargo, también reveló la capacidad de resiliencia del pueblo del sur. Las muestras de solidaridad, tanto a nivel nacional como internacional, permitieron iniciar una reconstrucción paulatina.
A 24 años: memoria, prevención y fortaleza
Hoy, 24 años después, recordamos no solo la tragedia, sino también el valor y la fortaleza de los peruanos que enfrentaron uno de los episodios más difíciles de nuestra historia reciente. Este aniversario es también un llamado a no bajar la guardia, a fortalecer nuestra cultura de prevención y a estar preparados ante futuros desastres naturales.
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