Madres de Mejía: Corazón valiente frente al mar y la historia

En Mejía, distrito costero de la provincia de Islay en Arequipa, la brisa del océano no solo trae recuerdos de atardeceres dorados, sino también historias tejidas con amor, sacrificio y una fortaleza silenciosa. Este Día de las Madres es más que una fecha en el calendario: es un momento para rendir homenaje a esas mujeres que con manos firmes y alma serena han sido el pilar de sus familias y de su comunidad.

Madres que crecieron con la tierra y el mar

Las madres mejianas han sido testigos y protagonistas de la evolución de su distrito. Desde tiempos en que el acceso a servicios básicos era limitado y los caminos eran de tierra, ellas estuvieron ahí: criando, sembrando, enseñando, cuidando. Muchas se levantaban con el sol para preparar los alimentos, caminar al mercado o acompañar a sus hijos a la escuela, y aún así encontraban tiempo para brindar apoyo a sus vecinos, cuidar a los mayores o incluso liderar comités vecinales.

Se cuentan entre las familias más antiguas del distrito relatos de mujeres que esperaban con paciencia a sus esposos que salían en faenas pesqueras, muchas veces enfrentando días de incertidumbre por las inclemencias del mar. Mujeres que alzaban la voz cuando la comunidad necesitaba soluciones y que, con sabiduría, criaban hijos que luego se convertirían en profesionales, agricultores, policías, maestros o servidores públicos.

Teodora, Rosario, Lucrecia… nombres que dejaron huella

Nombres como Doña Teodora, recordada por muchos como la comadrona de la comunidad en los años 80, aún viven en la memoria colectiva. Su casa, ubicada cerca de la ex posta, era un lugar de encuentro y asistencia. Sin estudios médicos formales, pero con una intuición admirable y el respeto de todos, ayudó a nacer a decenas de niños mejianos en tiempos donde no siempre había acceso a un médico.

También están los relatos de Doña Rosario, que crió sola a sus cinco hijos luego de quedar viuda joven, y que hoy, con más de 80 años, es considerada una de las matriarcas del pueblo. O Lucrecia, quien enseñó a generaciones de niños a leer y escribir bajo la sombra de los árboles en su propio patio, cuando aún no se construía la escuela del sector.

Estas historias —anónimas muchas veces— son la base silenciosa sobre la que se ha edificado el crecimiento de Mejía. Cada una es un ejemplo de lo que significa ser madre en un entorno que demanda coraje, resiliencia y un inmenso corazón.

Las madres del Santuario

En la actualidad, Mejía es conocida por el Santuario Nacional Lagunas de Mejía, un paraíso natural protegido. Muchas madres enseñan a sus hijos desde pequeños a respetar el entorno, a valorar las aves migratorias que llegan cada temporada y a comprender que la tierra no solo se habita, sino que se cuida y se ama.

Se han vuelto educadoras ambientales en sus propios hogares, compartiendo con los más jóvenes ese conocimiento heredado de generaciones anteriores: cómo sembrar, cómo recolectar sin dañar, cómo convivir en armonía con la naturaleza.

Más que un homenaje

Este Día de la Madre, no solo celebramos a quienes nos dieron la vida, sino también a quienes han dado vida a Mejía. Madres que han luchado por la educación, por el acceso a servicios básicos, por una comunidad más justa y unida. Madres que han sido enfermeras, cocineras, defensoras de la tierra, cuidadoras de ancianos y maestras del amor.

A ellas, las que están, las que partieron y las que aún luchan día a día, les decimos con todo el corazón:

Gracias por cada gesto, por cada enseñanza, por cada abrazo que sana y cada palabra que guía. Gracias por ser la fuerza invisible que sostiene Mejía.

¡Feliz Día de la Madre, queridas mujeres valientes de Mejía!

Para más artículos como este, estén a atentos a nuestra página web: www.sosiaspilcueta.com

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *